
El Espíritu Santo no es solo una fuerza abstracta, ni una energía difusa. Tampoco es un asistente o ayudante de Dios. Él es Dios mismo, manifestado entre nosotros después del ministerio terrenal de Jesús.
El Espíritu Santo es la persona divina que habita en nuestros corazones, derramando amor y paz en cada rincón de nuestra vida. Es la concentración del poder de Cristo, el que convence al mundo de pecado, justicia y juicio. Es nuestro amparo y refugio, siempre presente en momentos de necesidad.
Él es el Maestro de la Palabra, quien nos guía a toda verdad y nos enseña a entender las Escrituras. Como consolador, nos acompaña en el dolor y la tristeza, brindándonos esperanza y fortaleza. Es el Espíritu de verdad, el que nos dirige y nos guía en cada paso de nuestra jornada espiritual.
El Espíritu Santo nos da libertad, liberándonos de cadenas y ataduras que nos impiden vivir plenamente. No es una entidad lejana; tiene sentimientos, voluntad, emociones y una personalidad única que interactúa con nosotros de manera personal.
Es quien nos guía hacia la verdad y la justicia, y está con nosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos. Su presencia en nuestra vida es un recordatorio constante de que no estamos solos y que podemos confiar en Su dirección.
Te invito a abrir tu corazón y a permitir que el Espíritu Santo te transforme y te guíe en cada aspecto de tu vida. Su amor es infinito y Su poder, inagotable. ¡Déjate llevar por Su presencia!
Pastora Jadira García
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